Píldora Nº29

Reindustrialización: la solución para el empleo de calidad (Píldora nº29)

Los incentivos públicos a la inversión deben exigir a cambio la creación de puestos de trabajo locales

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Desde el inicio de la transición española hasta hoy, la principal debilidad de la economía española ha sido su incapacidad para generar empleo de calidad, de manera sostenida, para la mayoría de la población activa. Esta incapacidad ha llevado las tasas de desempleo a niveles insoportables en momentos recesivos en nuestro país. De esta manera, la reconversión industrial llevó en 1986 la tasa de desempleo al 21,6%, la crisis económica de 1993 la arrastró hasta el 24,5%., y con la crisis financiera de 2008 alcanzó el 27% en el momento más agudo de la crisis, en 2013. Dado que las tasas de desempleo de la población joven suelen ser aproximadamente el doble de las de la población en general, en un país como España los momentos recesivos provocan que prácticamente la mitad de la población joven se encuentre en situación de desempleo. La tasa de paro juvenil (menores de 25 años) alcanzó el 56,9% en 2013.

No hay posiblemente ninguna necesidad más imperante en la economía española que la creación de más empleos dignos y duraderos. No se trata de crear cualquier tipo de empleo, sino de empleos que generen alto valor añadido, que conlleven condiciones laborales dignas, con salarios elevados que aporten además cotizaciones a la Seguridad Social elevadas. La estabilidad de los empleos es asimismo imprescindible para poder garantizar perspectivas de desarrollo profesional satisfactorias para la mayoría de la ciudadanía. Aunque los datos de la última Encuesta de Población Activa (segundo trimestre de 2022) sean aparentemente positivos por el número de empleos creados, no esconden, sin embargo, la precariedad y poca calidad de muchos de los nuevos empleos generados, que se destinan a prestar servicios de poco valor añadido.

Si la creación de buenos empleos es tan imperante, hemos de preguntarnos cuál es la estrategia que llevaría a una sociedad a generar muchos y buenos empleos. Rodrick y Stantcheva (2021) proponen un nuevo modelo de gobernanza que se sustenta sobre cuatro pilares, que deben desarrollarse de manera conjunta y que exponemos a continuación.

El primer pilar consiste en el desarrollo de políticas activas de empleo alineadas con las empresas. Las políticas activas de empleo son intervenciones que se realizan con personas en busca de un empleo para orientarles y formarles con el objetivo de dotarles de las competencias necesarias para alcanzar o cambiar de empleo. Sin embargo, se ha de reconocer que no siempre estas medidas han logrado los objetivos de empleabilidad buscados, en parte porque la orientación y la formación se ha realizado a espaldas de las necesidades de las empresas. Estos autores proponen fortalecer los “programas de formación sectoriales”, cuya particularidad es que son las propias empresas del sector las que determinan cuál es el tipo de formación que se necesita para sus empresas y las que, mediante la colaboración público/privada, establecen los itinerarios de las personas a quienes se les activa hasta el momento de su inserción laboral.

El segundo pilar se basa en primar desde lo público el desarrollo de aquellas políticas industriales que generen mucho empleo y de calidad. Hasta ahora, los incentivos públicos a la inversión empresarial tienen la creación de empleo como un objetivo mayormente subsidiario. Sin embargo, estos autores defienden la necesidad de impulsar desde lo público aquella inversión empresarial que tenga una “perspectiva de empleo”, es decir, que las empresas receptoras de ayudas públicas a la inversión deban comprometerse a determinadas acciones directamente relacionadas con el empleo, como crear un número determinado de empleos dignos y estables, trabajar con los proveedores locales, evitar la deslocalización de parte de su producción, y/o compromisos de formación a las personas empleadas. Como se ve, las obligaciones de las empresas que recibieran incentivos a la innovación con el empleo pueden ser variados, dependiendo de cada caso, pero lo que es evidente es que los buenos empleos pueden crearse únicamente por buenas empresas o instituciones, y los autores defienden que las ayudas públicas a la inversión tengan esta “perspectiva de empleo”.

El tercer pilar consiste en incentivar tecnologías que sean “amables con el empleo”, es decir, cuya implementación impulse la creación de otras tareas que a su vez crean actividad y por ende empleo (tecnologías brillantes), frente a otras que básicamente reemplazan mano de obra (tecnologías mediocres). Los autores proponen que los Gobiernos puedan aplicar “tests de prospectiva de empleo”, con los que se determinan las prioridades de gasto público para la innovación. Este enfoque obliga a replantearse el tipo de incentivos a la inversión en desarrollo tecnológico, lo que a su vez también lleva a las empresas a replantearse el tipo de desarrollo tecnológico a abordar. Puede ser atractivo para una empresa sustituir trabajadores en una cadena de montaje por robots. Pero en su entorno, debería buscar la manera de crear puestos de trabajo para la fabricación de los mismos robots que aumentan su eficiencia.

El cuarto pilar establece la necesidad de imponer políticas económicas internacionales que salvaguarden los estándares laborales y sociales domésticos. Bajo este pilar, los autores establecen la necesidad de incorporar provisiones de derechos laborales vinculantes cuando las empresas operan en otros países.

Estos pilares deben a su vez abordarse en el marco creado por la Comisión Europea, que ha establecido claramente cuáles son las grandes áreas en las que invertir durante los próximos años. En primer lugar, tecnologías que ayuden a que Europa llegue a ser climáticamente neutra en 2050. En segundo, tecnologías que aceleren el proceso de digitalización. Es en estas dos áreas en expansión en las que se precisa más que nunca la creación y el crecimiento de buenas empresas, que generen buenos empleos.

La tarea no es fácil, pues no es trivial determinar cuáles son las empresas que tienen la capacidad de generar muchos y buenos empleos, ni los territorios en los que impulsarlas. Se necesita valentía y coraje. Sin duda, se cometerán errores, pero lo que es evidente es que la industria ha demostrado generar empleos de más calidad y más duraderos que los servicios de poco valor añadido. Urge reindustrializar España con el foco puesto en la creación de empleo de calidad.

Grupo de reflexión de Ametic

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